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Al momento de nacer, el cordón umbilical de Rick Hoyt se enredó en su cuello causándole una parálisis cerebral. Los médicos no le daban muchas esperanzas. Sin embargo, sus padres insistieron en que él llevara una vida normal. A la edad de 10 años, unos ingenieros de la Universidad de Tufts le construyeron un computador mediante el cual Rick se pudiera comunicar, así pudo mandar sus primeros mensajes. Su primera frase fue “Vamos Bruins!” (el equipo de hockey de su ciudad natal), por eso descubrieron que su pasión eran los deportes. Asimismo, después le dijo a su padre, Dick, que quería competir en una carrera de 5 millas. Dick era un coronel retirado de las Fuerzas Armadas de EE. UU., y por su hijo aceptó este reto. Se preparó y tomó la silla de ruedas de Rick para empujarla imparablemente. Desde ese entonces pasaron 1000 carreras más, donde corrió, montó bicicleta y nadó llevando a Rick. Su hijo una noche le dijo que no se había sentido como un discapacitado mientras corría, porque así se sentía como cualquier otro atleta. El deporte se había convertido en la forma de sentirse libre. Así, ambos rompieron el límite entre la discapacidad y la práctica deportiva.
"Su hijo una noche le dijo que no se había sentido como un discapacitado mientras corría, porque así se sentía como cualquier otro atleta"
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