Cuestionar la felicidad como propósito final de la vida

Para Byung-Chul Han, filósofo surcoreano, nuestra sociedad ya no es disciplinaria, sino una del rendimiento y la autooptimización. Con esto se quiere decir que ahora, en lugar de encontrarnos con castigos y obligaciones, la sociedad promueve la motivación y la autorrealización; el mandato de la época, resumidamente, es “sé feliz”. Aunque esto pueda parecer provechoso en una primera impresión, para el filósofo es, en realidad, una forma de dominación aún más potente y sutil. La felicidad, que ahora es como cualquier otro bien del que hay que acumular más y más, se vuelve una fuente perpetua de rendimiento. Así, en la medida en que se le exige al individuo que sea feliz y se le imponen ideales de autorrealizamiento, este es reprimido con mayor intensidad a pesar de que no se lo obligue directamente. Además, el hecho de que se haga al sujeto el único responsable de su felicidad y éxito, y por ende de su fracaso, termina encubriendo diversas injusticias sociales. Ahora, en lugar de denunciarse la falta de equidad laboral, por ejemplo, se pregona el verlo todo como una oportunidad para construir la vida profesional, incluso si el campo laboral es cada vez más precarizado.