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Si lo pensamos, desde el momento en el que se pintaron algunos muros de Filadelfia con “tags” por allá en los 60, hasta las obras que los grafiteros han plasmado en las calles, han pasado muchas cosas. Una de las primeras, fue la necesidad de dividir el graffiti artístico y el vandálico. El graffiti artístico es permitido, es decir, tiene el permiso de alquien, un ejemplo es la representación del beso entre Leonidas Breznev y Erich Honecker en el muro de Berlín, que se encuentra ahora en la East Side Gallery. Por otro lado, el graffiti vandálico está penado con multas y no cuenta con ningún tipo de permiso o de remuneración para los artistas. No obstante, pueden ir de obras elaboradas, a firmas o palabras sueltas. Así, por un mismo trabajo puedes recibir apoyo estatal y exponer en museos y al mismo tiempo ser multado y, en algunos lados, hasta encarcelado. Pero es que el graffiti es así, espontáneo e irruptor, puede ser una obra de arte (con o sin permisos) o garabatos hechos en una pared.
"El graffiti es así, espontáneo e irruptor, puede ser una obra de arte (con o sin permisos) o garabatos hechos en una pared"
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Redacción El Imparcial
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Actualizado hace 1 año
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