El efecto Roseto

A mediados del siglo XX, inmigrantes italianos se trasladaron a un pueblo de Pensilvania, Estados Unidos, al que denominaron Roseto; allí conformaron su comunidad. Poco tiempo después, el doctor del pueblo, Stewart Wolf, alertó que casi ninguno de sus habitantes sufría de dolencias cardiovasculares, que era una de las principales causas de muerte entre los estadounidenses. Ante este extraño acontecimiento, empezaron las hipótesis, descartándose cualquier causa genética, alimenticia o geográfica. Se realizaron más estudios en los que participó el doctor Wolf junto con el sociólogo John Bruhn, donde dieron solución a este misterioso fenómeno. Al observar detenidamente a esta comunidad, notaron que sus habitantes eran muy fraternales: había apoyo mutuo y lazos permanentes entre ellos. Fue precisamente esta vida tan jovial, armónica y social la que fomentó una existencia más saludable para todos. Finalmente, se concluyó que, al establecer un vínculo social en compañía de personas que se preocupan por el bienestar de todos y dejar de lado el estrés matutino, se deja de estimular la hormona de cortisol. Cuando esta se sobrestimula, reacciona generando un nivel alto dentro del organismo, lo que nos vuelve más propensos a las enfermedades cardiovasculares. Este descubrimiento deja al descubierto el poder que pueden tener quienes nos rodean.